No hace mucho me topé con un viejo amigo, de esos a los que no ves desde
hace tiempo y acabas contándole la mitad de tu vida en forma reducida. Recuerdo
que hubo un momento en que me comentó que debería ser increíble tener una de
esas macro firmas de libros en un centro comercial, y fue una reflexión que me
hizo pensar en ese tipo de situaciones.
No puedo negar que desde joven he soñado con firmar decenas de libros en el
Corte inglés, por ejemplo, donde una cola de lectores esperasen impacientes mi
garabato. Esa imagen ha estado rondando mi mente varios días, hasta que hace
unos días comencé a verlo de otra manera:
He tenido la enorme fortuna de compartir tiempo, conocimientos y cultura
con las gentes de un pequeño y precioso pueblo de nuestra Almería: Alhabia. Se
ha celebrado allí la primera semana cultural, y Nuria Ginel, escritora oriunda
de allí, tuvo el detalle de acordarse de mí y de invitarme a participar.
Allí, en Alhabia, rodeado de sus ciudadanos, compartiendo sus vivencias, anécdotas,
tradiciones, sus alegrías y tristezas, es donde reafirmo que lo mejor de
dedicarse a la escritura, es sin duda, los lectores y las lectoras.
Ya en el primer día nos llamó la atención el interés que pusieron los
asistentes al taller-coloquio literario que impartimos Nuria Ginel, Mar Montoya
y yo mismo. Preguntas y dudas que surgían de todos ellos nos hicieron pasar un
rato muy agradable. Es lo que tienen los habitantes de estos pueblos, vas para
contarles algo y te acogen como si fueras de la familia; y así fue la noche,
una reunión familiar donde hablar del fomento a la lectura, la pasión que nos
impulsa a querer narrar historias, o los sentimientos que afloran en cada verso
de un poema.
El segundo día fue incluso mejor que el primero. El marco de la actividad
era envidiable: un lugar alto en el pueblo que antaño fue una de aquellas eras
por las que miles y miles de vueltas debieron dar los trillos a lo largo de los
años. Concierto de la Banda de música y seguido el recital y concurso de
poesía. Fuimos varios los autores que lanzamos unos versos al aire, Mar
Montoya, Saray Santiago, Marian Rivas, Nuria y yo mismo; pero la grata sorpresa
fue ver cómo personas mayores como Paca o Loli, a Agustín o a Paloma, o a un
jovencísimo Carlos, lanzarse sin miedo al atril para recitar sus propios
poemas.
Se suponía que éramos los escritores los que íbamos para enseñar, y la
lección nos la dieron ellos, recordándonos que la vida hay que vivirla, que de
ella se aprende todo lo que nos hará mejores personas y mejores escritores, y
que la humildad y la sencillez son lo único que pueden hacer que se te recuerde
en esta vida.
Fran Cazorla
Autores y premiados |
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