Nadie dijo que fuera
fácil. Lo sé. En cierto modo ya lo intuía, aunque las ganas de cumplir un sueño
siempre suelen ser más grandes que los miedos que pueden frenarte.
Por estas fechas, allá
por el 2013, decidí liarme la manta a la cabeza y luchar por el sueño que
siempre tuve desde pequeño: ser escritor. En realidad, no sabía cómo hacerlo,
lo único que sabía era plasmar en hojas lo que mi mente iba vomitando en forma
de letras y palabras, unas veces con más sentido, otras con no tanto.
Hoy día, me alegro de
haber tenido la valentía de lanzarme al vacío, a abrir la puerta a este mundo
donde hacerse un hueco sin ayuda y desde la nada es muy difícil, por no decir
imposible, llegar a nada. Y sin embargo, atravesé el umbral, y hoy miro atrás y
compruebo que en año y medio la cosa no ha ido tan mal. Sigo sin ser gran cosa
en este mundo, pero cada día aprendo un poco más, cada experiencia me revela
algún secreto. He dejado de ser nadie para muchos lectores y lectoras.
Ignoro si algún día llegaré
a ser escritor profesional (y vivir en exclusiva de ello), pero ganas y
paciencia tengo las mismas o más que allá por 2013. No sé qué me depara el
futuro, pero los buenos sueños están para cumplirlos, o como poco, intentarlo
hasta el final.
Imagino cómo nos ven los
lectores, lo que piensan de nosotros cada vez que aparecemos en prensa, en
fotografías con lectores y/o escritores, en eventos o entrevistas. Y así es,
somos muy felices con los éxitos de lo que escribimos, con cada paso que damos,
con cada nuevo lector o librería que nos busca.
Ese es el lado más amable
y reconfortante de este mundo.
Lo que pocos conocen es
el lado más duro. Es muy difícil hacerse un buen hueco en librerías, hay que
pelear mucho para sacar un artículo en prensa, hay que hacer muchos kilómetros
y sacrificios para intentar a llegar a todas partes. En el camino encontramos
personas que nos decepcionan, que nos dan la espalda, que nos ponen
zancadillas. Es ley de vida, supongo, y hay que aceptarlo.
Y luego hay otra parte
menos agradecida aún, al menos para mí, y es la de aquellas personas que no
creen en ti y que no se toman en serio tus sueños. Eso es lo que más me duele,
pero no dejaré que eso me detenga. Y sé lo que digo porque ya he sacrificado
bastantes cosas importantes de mi vida, y solo espero en el futuro poder decir
que todo aquello que pasé, mereció la pena.
Así que lo que toca es
continuar y seguir soñando…
Un abrazo.
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